La (ina)movilidad de los funcionarios

Uno de los conceptos asociados al hecho de ser funcionario es el de tener un trabajo para toda la vida, eso, que cada uno puede compartir más o menos (o menos que más), tiene su parte buena y su parte mala.

Lo bueno de tener un trabajo para toda la vida

  • Por salud mental, el hecho de saber que «siempre» tendrás trabajo y tendrás un sueldo Nescafé para toda la vida, hace que puedas tener un plan de vida más o menos organizado. Sabes que vas a contar un sueldo fijo a fin de mes y eso te permite cuadrar ingresos y gastos de una forma matemática.
  • El hecho de saber que vas a estar en un mismo sitio mucho tiempo hace que puedas conseguir una especialización brutal en lo que hagas. Piénsalo bien, si te has sacado una oposición con 30 años, sabes que vas a estar, como mínimo, los próximos 35 años haciendo eso que haces. Vamos, ya tienes tiempo de hacerlo le mejor posible.

Lo malo de tener un trabajo para toda la vida

  • ¿Y si a donde has ido a parar es un sitio oscuro, o el ambiente de trabajo es de todo menos saludable?
  • ¿Y si te toca un superior con pocas ganas de trabajar y muchas de controlar?
  • ¿Y si empiezas a trabajar y ves que aquello que tú te habías creado en tu mente no se parece en nada a la realidad?
  • Pues si te pasan algunas de estas cosas, ten en cuenta que ESA va a ser tu vida laboral los próximos 35 años…

Cuando entras por primera vez en la administración lo normal es venir «a comerte el mundo«, a aprender lo que puedas de tus compañeros y a aportar lo que sabes. Pero es normal que ese ímpetu vaya decreciendo cuando te empiezas a mimetizar con el entorno, cuando dejas para mañana las cosas que puedes hacer ahora, cuando alargas el café de media mañana, cuando has dejado de proponer cosas porque nunca te hacen caso, cuando ves que no circula la información (o cuando circula la desinformación), cuando ves cosas raras entre compañeros, cuando ves mal ambiente, o simplemente cuando vas a trabajar solo por estar presente, cuando dices «hago mi trabajo y punto«.

En ese momento es cuando los funcionarios forman parte del mobiliario de la administración pública para la que trabajan, puede que incluso que ni hablen, o peor aún, que sean autómatas. Están, cumplen su función (no siempre de manera eficiente), crecen, se reproducen y algún día mueren (después de 40 años de servicio).

¿Alguien en su sano juicio cree que eso es un sistema eficiente? Cuando llevas desempeñando un trabajo mucho tiempo, es prácticamente imposible que veas lo que haces con perspectiva, y cuando alguien de fuera ve lo que haces y opina o propone, aparecen las típicas «¿pero tú que vas a saber si acabas de llegar?«, «¿Pero que estás diciendo?, si esto se ha hecho así de toda la vida y funciona«, «¡Ah!, no se, eso no lo llevo yo, lo lleva el departamento X, pregúntale a ellos«, «Eso no está en mis funciones y no pienso hacerlo…»

A veces pienso que los funcionarios deberíamos movernos (obligatoriamente), por ejemplo, cada cinco años. ¿Por qué no?. No tienen por qué ser movimientos bruscos. Cambios de puesto y de funciones (dentro de la categoría) en el mismo departamento, o incluso en otro departamento, en otro edificio o en otra localidad, o incluso en otra administración, ¿por qué no? Otros compañeros, otro ambiente de trabajo. Pero todo planificado. Tampoco puede cambiar todo un departamento de la noche a la mañana porque se perdería el know how de muchos. ¿Y si fuese una opción voluntaria para el trabajador y obligatoria para la administración?… otro gallo cantaría.

Conozco a gente que está contenta siendo una «ameba«, del tipo, «¡a mi déjame tranquilito que yo estoy bien así!», «¿irme yo a otro lado? Buf, que pereza, con la bien que estoy yo aquí«, «¿Empezar de nuevo en otro sitio?, ay, chico, no, no, ya no tengo edad para eso.«, «¿Irme al departamento Y? ni de coña, que allí se trabaja mucho, y encima está el jefe J (que lleva 30 años siendo jefe).» Es tan malo que tu jefe no cambie NUNCA como que cambie cada cuatro años, como ocurre con cada legislatura de gobierno.

Pero también conozco a mucha gente «condenada de por vida» en un trabajo que no le gusta pero es fijo y le paga las facturas. Suelen ser personas que en su día quisieron hacer cosas nuevas y no pudieron, gente que les ha tocado lidiar con compañeros o superiores «amebas» que no son capaces de cambiar (malos) hábitos para que las cosas funcionen un poco mejor. ¿No querías un trabajo para toda la vida? Ahí lo tienes, ¿no es lo que esperabas? Pues chico, es lo que hay, ahí fuera hace mucho frío… siempre tienes la opción de pedirte una excedencia voluntaria y ver como te va en el mundo real, ese que queda fuera de la administración.

Por tanto, una de las mejores cosas que tiene la condición de funcionario, la inamovilidad, puede ser a la vez una ventaja y un inconveniente. Puedes pasar del eufórico ¡que bien, voy a estar aquí para siempre! al taciturno ¡joder, voy a estar aquí para siempre!. Unos pocos se quedarán con lo primero, otros pocos con lo segundo y la gran mayoría pasaremos por ambos estados, de forma alternativa, como un tira y afloja, con una lucha interna de amor-odio hacia tu trabajo.

Y por eso es tan importante que, de vez en cuando, saquemos la cabecita fuera, y si tenemos la posibilidad, cambiemos de puesto. Creo que eso es sano para todos, aunque el funcionario es un ser conservador por naturaleza (si quieres altibajos monta una startup y sabrás mucho de montañas rusas).

En mi cabeza hay un conservador (que no se atreve a pasar frío) al que le va la marcha, que piensa que un cambio (un meneíto) de cuando en cuando es positivo, tanto para uno como persona, como para la administración, es como renovar la sangre de un ser vivo.

Nadie es imprescindible y cambiar de puesto es como viajar a otros países y relacionarte con otras gentes, aunque al principio no entiendas el idioma ni las costumbres. Y si algún día vuelves, seguro que te traes cosas positivas que puedes llegar a aplicar en tu trabajo para toda la vida.

¿Nos movemos? A mi me apetece.

 

Publicado por Lucas Ferrera

Ingeniero en Informática, funcionario de carrera y, sin embargo, buena persona. Me gusta la tecnología aplicada al servicio de los ciudadanos. Tío rarito a veces.

3 respuestas a “La (ina)movilidad de los funcionarios”

  1. Estoy de acuerdo, que cuando hay personas que no se mueven y llevan tiempo y además son interinos, que no se molestan en presentarse a oposiciones porque el puesto que ocupan lo tienen muy seguro y encima son de los que se hacen los imprescindibles para que precisamente no prescindas de ellos, convendría moverlos. Este tipo de personas que «vegetan» en un puesto, por miedo a lo desconocido, hacen mucho daño a la Administración, no se quiere renovar, si ven gente que entra con nuevas ideas, les hace boicot, y ya no digamos lo de decirte como funcionan…que encima ni te ayudan, ni te dicen cómo lo tienen organizado y mucho menos que tú digas o añadas algo nuevo. El moverse lo veo bien, para abrir mentes, para no ser un parasito y no quemarte…sí porque encima esta gente que no se mueve, encima esta quemada y aburrida de hacer siempre lo mismo y quieren cotilleos. Si eres de los que trabajan, empiezan a dar sonoros suspiros de aburrimiento…y dan ganas de decir, Y por qúe no te mueves? Por qué esperas que yo te saque del aburriemiento que tú te has metido por desidida? Yo veo muy bien, el moverse, y apoyo lo que dices, 5 años así y moverse, aprenderían a ser más flexibles, a valorar más lo que hacen, estarían mentalmente más activos, y harían buenas «amistades» nuevas y cambiarían esa actitud «envidiosa» por lo que aportamos aire fresco y queremos mejorar y hacer de esta Administración, un trabajo digno y de cual sentirse orgulloso y romper con la etiqueta de «vagos y vividores».

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  2. Hola…yo fui funcionaria interina hace 32 años, empecé con 20 añitos…para mí era todo nuevo y no sabía muy bien donde me metía…estuve en un departamento (cultura) un año y medio con un jefe de sección (que hacía poco) leer el periódico, salir y firmar…yo hacía todo el trabajo con el departamento…me gustaba lo que hacía y rendía al máximo…salieron las oposiciones, aprobé el primer exámen y el segundo no (cosas de la vida)… (mi jefe de departamento puso el grito en el cielo, que no me podian trasladar, que yo era muy competente, etc.etc.)me cesaron de ese puesto y me nombraron a otra consejería (sanidad) estuve en admisión de urgencias, turnos de mañanas, tardes y noches, también me gustó este puesto (la verdad que me adapto a todo)…estuve hasta que se cubrió mi plaza (un año)…me cesaron…y a buscarme la vida…empecé en la empresa privada, en la que he estado 27 años…(al poco de cesar me llamaron para cubrir un puesto otra vez…y les dije que estaba trabajando (estaba un poco quemada de estar sacando las castañas del fuego en los departamentos donde iba…y que no reconociesen mi trabajo, pero eso es así en la administración, lo entendí después, yo era muy jóven y tenía mis ideas)…dejé pasar mi oportunidad (o no)… después de 27 años pues la crisis y un ere…a la calle, al paro…y que hago yo ahora? me pregunté?…pues bueno voy a preparme unas oposiciones que me comentaron que salían…y que ha pasado? pues que he aprobado sin plaza…ahora estoy en la bolsa de trabajo y en unos días me llaman para trabajar… estoy contenta y feliz…retornar donde empecé, la vida da muchas vueltas…y seguiré dando lo mejor de mí…y seguiré presentandome a todas las oposiciones que salgan…
    Suerte y un saludo a todos….

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    1. Muchas gracias por contar tu experiencia, y está claro que quien la sigue la consigue. Suerte a ti también.

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