Siendo infiel

Mal empiezo, la entrada anterior de mi blog hablaba sobre la estrecha relación que mantengo con mi iPhone 4 y en esta ya hablo de “ponerle los cuernos”.

Y es que no podía ser de otra manera. Es como cansarte de una relación por la monotonía. Sí, está muy bien, pero ya lo tienes visto. Te ha dado grandes alegrías, has compartido muchos momentos buenos con él, pero acabas de ver a otro que te ha enamorado.

También tiene una manzana, sí, y de hecho se parace mucho, pero el nuevo tiene mejor cuerpo, es más alto, más delgado, tiene unos ojos más bonitos y encima es mucho más inteligente. Lo siento iPhone 4, pero lo nuestro ha llegado hasta aquí. No, no te quedes mirándome por tu cámara frontal (¡que mala es!), no trates de ir más lento, no me cierres las aplicaciones de repente. Sabías que algún día llegaría.

¿Quién lo iba a pensar? La semana pasada estaba escribiéndote prácticamente una carta de amor incondicional y esta semana ya te soy infiel. Bueno, aún no lo he sido, pero quiero dejarte claro que esta historia está acabada. Es lo normal, seguro que tú también lo harías, seguro que tú te irías con el primer adolescente cargado de hormonas que te usa a todas horas para mandar WhatsApps, para actualizar su Tuenti y para enviar fotos chulas a sus colegas. Yo soy más aburrido, a mi me va más trabajar contigo, no te doy tanta caña. Igual es eso lo que tu querías.

Pero no te preocupes, te dejaré en buenas manos, mi mujer te tratará muy bien. No le gustan mucho las manzanas, ella prefiere los androides pero la tengo casi convencida. Nos vamos a seguir viendo ¡tonto!, seguirás por casa, me verás entrar y salir. Te van a usar muy poco, eso sí, ya sabes como es ella, muchos SMS, mucho Apalabrados, pero hablar más bien lo justo. Seguro que empieza a usar tu cámara porque la de su androide es mala de narices. Te llenará de fotos infantiles. Igual te cuesta un poco al principio pero acabará gustándote.

Yo, mientras tanto, estaré con mi nuevo ¿amor?. No veo el momento de encontrarme cara a cara con él. Abrir su caja blanca, impoluta, donde cabe lo justo, donde no hay espacio para la improvisación, donde todo está donde tiene que estar. Me muero por poder tocarlo, ese nuevo tacto metálico debe ser una experiencia religiosa, esa pantalla, esa nitidez, esos nuevos mapas, ese nuevo sistema operativo. ¡Uff!, me estoy poniendo malo.

Pero, ¡ojo! no quiero peleas entre ambos, quiero que haya buena convivencia, y por supuesto siempre respetar a los mayores. El abuelito iPad de primera generación va lento pero con paso firme. Sí, está muy gordo y algo dejado, pero es el abuelito. Pronto le llegará también su hora, como a todo hijo de vecino. Pero de él nos ocuparemos otro día.

Mi móvil y yo

Mi móvil y yo somos uno, al menos eso es lo que piensa mi mujer cada vez que la veo con esa cara de “¿ya estás otra vez con eso?” (“eso” es un iPhone 4). Pero es lo que tiene ser un tecno-dependiente. No se si somos uno, lo que tengo claro es que no somos dos.

Mi móvil es parte de mí o parte de mi está en el móvil. Hay mucho de mi en mi móvil, mucha información. Lo bueno es que lo tengo todo, o casi todo, sincronizado en la nube, de forma que muy poca información la guardo exclusivamente en local. Casi todo lo que guardo se sincroniza con algún servicio en la nube.

Imprescindible para mi es contar con el correo electrónico, con los contactos y con el calendario. Todo esto lo tengo sobre los servicios de Google, permanentemente sincronizado. Uso el móvil, para casi todo, y cada vez menos para llamar. Lo uso para enviar mensajes de texto, WhatsApps, Facebook Menssenger, para hacer y editar fotos (con la cámara directamente o a través de Instagram), para hacer y editar vídeos, para escuchar y comprar música, para guiarme con el GPS usando Sygic, para buscar información con Google, para mantener el contacto con mis redes sociales principales, Facebook, Twitter. LinkedIn y Google Plus, para geolocalizarme con Foursquare, para hacer videollamadas con Tango o Skype, para ver cosas interesantes en Fancy o en Pinterest, para ver información sobre cine con IMDb, para ver los feeds a los que estoy suscrito mediante Flipboard, lo uso como calculadora, como “hombre del tiempo”, para ver noticias de los periódicos, como brújula, como despertador, para escuchar la radio (vía Internet porque el iPhone no tiene radio incluida, ni la necesita), para ver la tele, para ver mis cuentas de los bancos, para aprender y practicar inglés, para buscar empleo (cuando lo necesito), para hacer compras con Paypal, Groupon o Letsbonus, para poner dibujos animados de Clan a mis hijas, para ver información sobre viajes y vuelos, para hacer test de velocidad de conexiones de red, para tomar notas con Evernote, para llevar listas con Wunderlist, para escanear documentos y pasarlos a PDF con JotNot Pro, para dictar texto con Dragon Dictation, para guardar y acceder a información en la nube con Dropbox, Google Drive, Cubby, Box, SugarSync y USB Disk Pro, para llevar mi blog en WordPress, para consultar el diccionario de la RAE y como traductor de idiomas, para ver mis datos en mi proveedor de móvil (Pepephone), para leer información que he guardado para más tarde (con Pocket), para escanear códigos QR, para verme en un espejo (sí, sí, uso una aplicación que me muestra la cámara delantera en forma de espejo cuando no tengo uno a mano, a veces puedo ser un poco coqueto), para hacerme el nudo de la corbata (muchas veces me lío y acudo a ella para que me enseñe), lo uso como linterna, para ver recetas de cócteles, para ver recetas de Thermomix, para medir distancias, para buscar restaurantes, para jugar un rato, y si aún me queda tiempo, para llamar a mi mujer y decirle que “me he liado”, porque claro, con tanto que tengo en mi móvil ¿no me voy a liar? Es que no se puede hacer todo a la vez. Uno tiene sus prioridades y tiene que hacer lo que tiene que hacer.

Bueno, les dejo, que mi móvil me espera a que lo desbloquee. Lo veo sobre la cómoda, casi creo que me mira, sabe que no puedo vivir sin él. Le gusta agotar su batería para cabrearme, pero en el fondo intuye que él me necesita tanto como yo a él.

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