Hecho en las Islas Canarias

Una gran idea.  Eso fue lo primero que pensé cuando vi el proyecto. Cuando además me voy enterando de que detrás del mismo hay una pequeña empresa de Gran Canaria (Up2Dreams Servicios Web S.L.), y que encima una de las dos socias es una vieja conocida de este mundillo (al fin y al cabo esto es una isla y nos conocemos todos), mayor alegría si cabe.

MadeInCanaryIslands

Natalia Acosta (Ingeniera Técnica en Informática)  y Cristina Ponce (Licenciada en Económicas y Máster en Comercio Exterior) han unido sus conocimientos en cada área, su experiencia en el mundo del turismo y los viajes, su esfuerzo personal y sus ganas de emprender para crear un proyecto que trata de llevar lo mejor de las islas al mundo entero (http://www.madeincanaryislands.com). Alimentación, Cosmética, Vinos, Licores, Productos Gourmet y Artesanía son los productos que comercializan, pero todos made in Canary Islands. Desde que se pusiera en marcha en noviembre de 2011 no han parado de crecer (¿crisis? ¿quién dijo crisis?).  Han visto un nicho de mercado poco explotado (¿quién no ha visto a los turistas curiosos en las tiendas de alimentación de los aeropuertos canarios para comprar esos productos típicos de las islas?), y han sabido escoger el nombre del dominio (¡que suerte que estuviera libre!), porque es muy fácil llegar a la página desde cualquier buscador tecleando «made in canary islands» y encontrar este tienda de e-commerce, que además de en español está también en inglés y alemán (los dos idiomas que usan la mayoría de turistas llegados a las islas).

La web está pensada no solo para turistas que visitan las islas, prueban nuestros productos (que los tenemos, muchos y muy buenos) y deciden volver a probar en su país, sino para todos aquellos canarios que viven en el extranjero (o en la península) que añoran sus productos, pero que es imposible encontrarlos en sus ciudades de residencia.

No me imagino cómo debe saber un buen queso Maxorata en Bruselas, o un tazón de leche con gofio La Piña en Boston, o un cubata de Ron Arehucas blanco en Londres, o incluso una copita de Stratvs Tinto crianza en Tokio.  Pues todo esto es posible gracias a esta web. Clientes españoles, norteamericanos, alemanes, ingleses, noruegos y hasta japoneses se han interesado y han comprado.  Clientes que compran a los pocos días de poner en marcha en la web y sin haberlo publicitado aún (¡viva Internet y la indexación de los buscadores!), clientes reincidentes que desde Noruega hacen su pedido mensual de Ron Miel («…el mejor del mundo…»), según sus propias palabras, clientes que empiezan por probar y se quedan enganchados, pero seguro que la gran mayoría, clientes satisfechos con el servicio y la calidad de los productos.

Una de las cosas que me gusta de la web, además de su sencillez, facilidad de uso y agilidad, es que permite comprar sin estar registrado.  Es decir, no hay que crearse un usuario en la web para comprar, eso sí, los datos hay que darlos igualmente porque el envio debe ser a una persona y dirección postal concreta, pero no te obliga, como muchas otras webs, a tener tu usuario registrado.  Esta modalidad de usuario anónimo me comentan que tiene mucho éxito porque la gente ya está cansada de recordar tanto usuario y contraseña, o simplemente que al ser la primera compra son más cautelosos y prefieren un poco más de libertad sin tener que registrarse. Cuando se produce una segunda o tercera compra y han visto que las anteriores han ido bien, optan por registrarse y de esa forma no tener que poner siempre todos los datos personales, además de que con el registro pueden recibir ofertas y cupones de descuento exclusivos para compras futuras (¡eso es fidelización!). Además de la web, podemos seguir a la empresa en Facebook, Twitter y por el blog que mantienen actualizado casi a diario (¡ya quisiera yo!). También existe un catálogo virtual para el iPad que puede ser descargado gratuitamente desde la Apple Store, pero sinceramente creo que este desarrollo, aunque visualmente es muy atractivo, tiene poco de interactivo (excepto unos códigos QR para ciertos productos) y es poco más que tener un catálogo de papel pero en el iPad, ¡y todos sabemos lo que duran los catálogos de papel en casa!, no creo que aporte nada nuevo a lo que ya tiene la web. Seguro que en un futuro optarán por una aplicación de compras directamente desde el iPad, que cada vez se utiliza más para ello (mi mujer es adicta a comprar en Mango desde el iPad, ¡un peligro para las tarjetas de crédito!).

El surtido es bastante completo, aunque dado que no llevan tanto tiempo en el mercado, me comentan que poco a poco se irán introduciendo nuevos productos autóctonos de todas las islas, seguro que más de uno hecha en falta algún que otro producto típico, pero todo se andará…

Esto de los negocios de venta por Internet siempre me ha parecido curioso, uno realiza un pedido desde cualquier ordenador en cualquier parte del mundo y hay un par de chicas en Telde que te preparan el pedido con mucho esmero, lo empaquetan y lo envían, bien por Correos o bien por mensajería y lo tienes en casa en unos días, para disfrutar de todo lo que aquí tenemos.  Esto no hace sino acercar un poco más las Islas Canarias al resto del mundo a través de las cosas bien hechas.

Pero ¡ojo! esto no es todo, la visión de futuro de estas emprendedoras va más allá, ¿por qué quedarse en las Islas Canarias?, ¿por qué no otras regiones? ¿por qué no otros países?. Y tanto que lo pensaron, han creado la franquicia MadeInStores, que trata de replicar el modelo de negocio de MadeInCanaryIslands a otras regiones para que puedan publicitar y comercializar sus productos típicos.  Hace pocas semanas se ha abierto la primera franquicia fuera de las islas, MadeInAndalucía, que comienza a dar sus primeros pasos en el sur de España. Sin duda alguna, la guinda sobre el pastel de una gran idea a la que le deseo el mejor de los resultados.

Mis comienzos con la tecnología

Voy a empezar con un post personal, un poco al estilo de abuelo cebolleta, para que me conozcan un poco más…

Todo comenzó en los años ochenta, yo era un niño de poco más de diez años que vivía en en el norte de Gran Canaria, buen estudiante, jugador de ajedrez en el colegio (asistí a campeonatos insulares y obtuve algún trofeo que otro), tímido, reservado y casi nulo en los deportes. Sí, lo se, es un estereotipo del informático, pero así era yo.

Me gustaba escribir historias, cuentos, pero como era un señorito, y mi padre, con todo su esfuerzo, se lo podía permitir, me quiso comprar una máquina de escribir eléctrica (ya teníamos una manual, pero claro, eso de dar a las teclas tan fuerte me resultaba un tanto pesado), así que lo convencí para que me comprara una Olympia, eléctrica, con tecnología de margarita. Eso era una gozada, tenía una pantalla de 40 caracteres, podía escribir toda una frase, verla en la pantalla y después enviarla a imprimir (un mini procesador de textos), toda una revolución. Podía corregir el texto en la pantalla antes de imprimir, pero  lo mejor de todo es que, una vez impreso incluso podía borrar lo que había escrito. Disponía de una cinta borradora (en blanco), que imprimía las letras que había escrito antes pero en color blanco, sobreimpresa sobre la anterior. ¡Guau, una pasada!  La calidad de las letras era muy buena, mucho mejor que las máquina manuales, que ya entonces me parecían obsoletas.

Antes de entrar al Instituto de Bachillerato, entre 7º u 8º de la EGB, tuve mi primer ordenador, eran los comienzos de la informática personal (en Canarias, claro). Mi amigo Ramón se había comprado el primer ordenador personal por excelencia, el Sinclair ZX Spectrum, de 8 bits, negro con su banda multicolor, muy bonito. Pero yo lo hice un poco más tarde, así que me hice con un flamante Commodore 64, exactamente como el de la foto. Hombre, esto ya era otra cosa, nada que ver con el ZX Spectrum.  El ordenador era tal cual se ve, había que conectarlo a una tele, por el cable de la antena, y sintonizar en la tele hasta buscar el canal por el que emitía el ordenador (si el ordenador estaba apagado se veían un par de rayas negras en la pantalla, y si lo encendías se veía una pantalla de bienvenida como esa).

Podía cargar programas y juegos con el pedazo de periférico que se ve al lado, que no era otra cosa que un lector de cintas de casette. que se conectaba al ordenador y al que había que darle los comandos adecuados para que leyera de la cinta, teniendo cuidado de poner en marcha el play para que el ordenador empezara a interpretar los sonidos que de ese engendro salían.  Recuerdo que tenía un juego de deportes de las Olimpiadas (yo deporte no practicaba pero en el ordenador no había quien me ganara) que tardaba en cargarse unos 25 minutos, con el inconveniente de que a veces, durante la carga algo iba mal y había que repetir el proceso de nuevo. Con este ordenador empecé a hacer mis pinitos con la programación, en el lenguaje Basic, asistí a un curso de programación y recuerdo pasarme horas y horas copiando códigos de libros para obtener maravillosos resultados como mover un punto por la pantalla, o conseguir que sonara una melodía por los altavoces.

Cuando entré al Instituto, ya la cosa no era para estar jugando, necesitaba algo más, así que me compré (compraron) un PC compatible (en aquella época se llamaban así a todos los equipos que debían ser compatibles con el original, IBM), esta vez se trataba de un Amstrad PC1640, como el de la foto. Esto era algo más profesional, un sistema operativo más avanzado, dos disqueteras de 5 1/4, pantalla a color (hasta 64 colores), sonido mejorado, vamos, un fuera de serie, eso sí, sin disco duro. Cada vez que encendía el ordenador, para que funcionara, tenía que cargarle 5 disquetes que servían para cargar el sistema operativo en memoria, y una vez cargado ya podía empezar a disfrutar de él, esta operación inicial me llevaba sus buenos cinco minutos largos.

Este ya tenía procesador de textos, gestor de archivos y tratamiento de imágenes.  Recuerdo hacer los apuntes del instituto con este cacharro.  Con el equipo también adquirí una impresora matricial de la marca Brother, ruidosa como todas ellas, pero muy chula para imprimir los trabajos.  Esa impresora, como todas las matriciales, permitía el papel contínuo, que utilizaba para imprimir los apuntes.  Aún recuerdo la cara de un profesor de Biología, antes de un exámen, cuando me vio con mis apuntes impolutos, pasados a ordenador, cuando todo el mundo llevaba sus apuntes a mano (como debía ser en esa época).  Eso ya era un signo claro y evidente de lo que me esperaba en el futuro, ya por aquel entonces era un poco friki con esto de la tecnología y parece que aún lo sigo siendo, pero eso ahora ya no es tan raro.

Resumiendo, de aquellas aguas vienen estos lodos, con estos comienzos cómo no me me iba a dedicar a esto.  Como podrán imaginar, a partir de ahí todo fue in crescendo, me pase a un PC con disco duro, luego con más disco duro, después con más memoria, después con mejor tarjeta gráfica, mejor tarjeta de sonido, mejor monitor, otro ratón, un teclado más chulo, después vino Internet…. y eso lo cambió TODO, pero eso es otra historia.

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