La ULPGC saca buenas notas en Software Libre

Hace unos días conocí el informe del Ranking de universidades españolas en Software Libre, un estudio realizado por un grupo de expertos que analiza el compromiso de las universidades españolas (públicas y privadas) en el uso y difusión del software libre. El estudio es extenso, y analiza 37 indicadores repartidos en 7 dimensiones (Producción, Docencia, Cultura en Software libre, Tecnológicos, Divulgación, Webimetría e Institución).  Para cada uno de esos criterios se asignó un peso y se evaluó a cada universidad con una nota concreta por criterio. El resultado final es la suma de las puntuaciones para cada criterio ponderadas por cada uno de los pesos, dando lugar a un indicador que llaman IDSL, que mide el compromiso que las universidades adquieren con la difusión del software libre.  El informe deja a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en 6º lugar, de las 73 universidades evaluadas (¿tenemos tantas universidades?).

Esta hoja de cálculo (en formato .ods de OpenOffice / LibreOffice) recoge todos los datos, las puntuaciones por criterio y dimensión. Además, por comunidades autónomas, Canarias está en primer lugar, ya que las buenas notas de la ULPGC se juntan con las aún mejores notas de la Universidad de La Laguna, que se encuentra en un más que honroso tercer puesto.

La siguiente imagen muestra los aspectos en los que más destaca cada universidad, siendo el aspecto más destacable en la ULPGC el Apoyo institucional.

Aspectos destacables en software libre de las universidades españolas

Sin duda alguna, la Oficina de Software Libre de la ULPGC es la principal responsable de estos buenos resultados y desde aqui muestro todo mi apoyo y admiración por esta labor.

Mis comienzos con la tecnología

Voy a empezar con un post personal, un poco al estilo de abuelo cebolleta, para que me conozcan un poco más…

Todo comenzó en los años ochenta, yo era un niño de poco más de diez años que vivía en en el norte de Gran Canaria, buen estudiante, jugador de ajedrez en el colegio (asistí a campeonatos insulares y obtuve algún trofeo que otro), tímido, reservado y casi nulo en los deportes. Sí, lo se, es un estereotipo del informático, pero así era yo.

Me gustaba escribir historias, cuentos, pero como era un señorito, y mi padre, con todo su esfuerzo, se lo podía permitir, me quiso comprar una máquina de escribir eléctrica (ya teníamos una manual, pero claro, eso de dar a las teclas tan fuerte me resultaba un tanto pesado), así que lo convencí para que me comprara una Olympia, eléctrica, con tecnología de margarita. Eso era una gozada, tenía una pantalla de 40 caracteres, podía escribir toda una frase, verla en la pantalla y después enviarla a imprimir (un mini procesador de textos), toda una revolución. Podía corregir el texto en la pantalla antes de imprimir, pero  lo mejor de todo es que, una vez impreso incluso podía borrar lo que había escrito. Disponía de una cinta borradora (en blanco), que imprimía las letras que había escrito antes pero en color blanco, sobreimpresa sobre la anterior. ¡Guau, una pasada!  La calidad de las letras era muy buena, mucho mejor que las máquina manuales, que ya entonces me parecían obsoletas.

Antes de entrar al Instituto de Bachillerato, entre 7º u 8º de la EGB, tuve mi primer ordenador, eran los comienzos de la informática personal (en Canarias, claro). Mi amigo Ramón se había comprado el primer ordenador personal por excelencia, el Sinclair ZX Spectrum, de 8 bits, negro con su banda multicolor, muy bonito. Pero yo lo hice un poco más tarde, así que me hice con un flamante Commodore 64, exactamente como el de la foto. Hombre, esto ya era otra cosa, nada que ver con el ZX Spectrum.  El ordenador era tal cual se ve, había que conectarlo a una tele, por el cable de la antena, y sintonizar en la tele hasta buscar el canal por el que emitía el ordenador (si el ordenador estaba apagado se veían un par de rayas negras en la pantalla, y si lo encendías se veía una pantalla de bienvenida como esa).

Podía cargar programas y juegos con el pedazo de periférico que se ve al lado, que no era otra cosa que un lector de cintas de casette. que se conectaba al ordenador y al que había que darle los comandos adecuados para que leyera de la cinta, teniendo cuidado de poner en marcha el play para que el ordenador empezara a interpretar los sonidos que de ese engendro salían.  Recuerdo que tenía un juego de deportes de las Olimpiadas (yo deporte no practicaba pero en el ordenador no había quien me ganara) que tardaba en cargarse unos 25 minutos, con el inconveniente de que a veces, durante la carga algo iba mal y había que repetir el proceso de nuevo. Con este ordenador empecé a hacer mis pinitos con la programación, en el lenguaje Basic, asistí a un curso de programación y recuerdo pasarme horas y horas copiando códigos de libros para obtener maravillosos resultados como mover un punto por la pantalla, o conseguir que sonara una melodía por los altavoces.

Cuando entré al Instituto, ya la cosa no era para estar jugando, necesitaba algo más, así que me compré (compraron) un PC compatible (en aquella época se llamaban así a todos los equipos que debían ser compatibles con el original, IBM), esta vez se trataba de un Amstrad PC1640, como el de la foto. Esto era algo más profesional, un sistema operativo más avanzado, dos disqueteras de 5 1/4, pantalla a color (hasta 64 colores), sonido mejorado, vamos, un fuera de serie, eso sí, sin disco duro. Cada vez que encendía el ordenador, para que funcionara, tenía que cargarle 5 disquetes que servían para cargar el sistema operativo en memoria, y una vez cargado ya podía empezar a disfrutar de él, esta operación inicial me llevaba sus buenos cinco minutos largos.

Este ya tenía procesador de textos, gestor de archivos y tratamiento de imágenes.  Recuerdo hacer los apuntes del instituto con este cacharro.  Con el equipo también adquirí una impresora matricial de la marca Brother, ruidosa como todas ellas, pero muy chula para imprimir los trabajos.  Esa impresora, como todas las matriciales, permitía el papel contínuo, que utilizaba para imprimir los apuntes.  Aún recuerdo la cara de un profesor de Biología, antes de un exámen, cuando me vio con mis apuntes impolutos, pasados a ordenador, cuando todo el mundo llevaba sus apuntes a mano (como debía ser en esa época).  Eso ya era un signo claro y evidente de lo que me esperaba en el futuro, ya por aquel entonces era un poco friki con esto de la tecnología y parece que aún lo sigo siendo, pero eso ahora ya no es tan raro.

Resumiendo, de aquellas aguas vienen estos lodos, con estos comienzos cómo no me me iba a dedicar a esto.  Como podrán imaginar, a partir de ahí todo fue in crescendo, me pase a un PC con disco duro, luego con más disco duro, después con más memoria, después con mejor tarjeta gráfica, mejor tarjeta de sonido, mejor monitor, otro ratón, un teclado más chulo, después vino Internet…. y eso lo cambió TODO, pero eso es otra historia.

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