Mi carta profesional a los Reyes Magos 2019

Queridos Reyes Magos (Jobs, Gates y Bezos),

el pasado 2018 regresé al Cabildo de Gran Canaria en julio, después de una aventura de diez meses en la Administración de Justicia. Durante este tiempo, he sido relativamente bueno, me he contenido. Podría haber sido mejor, seguro. Desde que volví, sigo viendo que poco o nada ha cambiado en los últimos años, principalmente en las áreas relacionadas con mi trabajo, así que, a modo de deseos para 2019 quiero pedirles algunas cosillas.

Un Servicio de Tecnología único

Hace unos años, el Cabildo de Gran Canaria tomó la decisión salomónica de, como había mal rollo entre compañeros (jefes/as) la mejor solución para resolverlo era dividir el servicio de Tecnología en dos, atribuyéndoles competencias distintas (aunque relacionadas), sin establecer una coordinación efectiva, creando divisiones personales y un malestar que solo ha ido en aumento. Esta división salomónica fue recurrida ante los tribunales de justicia y, como suele ser habitual, han declarado nulas todas las actuaciones al no cumplir todos los requisitos legales que tenían que haberse cumplido para una operación de este tipo y se debe volver a la situación inicial. El Cabildo lleva meses con el asunto entre manos y de brazos cruzados.  Yo creo que esto si me lo traen.

Una nueva Dirección General de Nuevas Tecnologías

Cuando digo nueva, que sea nueva del todo. Empezando por la propia definición (ya he comentado que no me gusta la denominación de Nuevas Tecnologías), pasando por las propias competencias (eliminar competencias relacionadas puramente con asuntos de régimen interno, como mobiliario, seguridad física de instalaciones, mantenimiento general de edificios, limpieza o gestión del parque móvil, sí, todo eso es competencia actual de esta Dirección General, ¿soy el único que lo ve absurdo?) y finalizando por la propia persona que ocupa el puesto (con nula capacidad de liderazgo, pocos conocimientos tecnológicos, sin dotes de comunicación ni empatía, incapacidad para delegar los detalles más pequeños de la gestión, sin visión estratégica, inseguridad manifiesta en la toma de decisiones o toma de decisiones sin tener en cuenta el criterio técnico).

Un verdadero impulso a la Administración Electrónica

Los últimos cuatro años deberían haber sido cruciales para dar un impulso verdadero a la administración electrónica en todos sus aspectos. Han habido muchos cambios normativos que nos han afectado, y no será porque no se haya advertido. Pues en pleno 2019 seguimos sin un tramitador electrónico de expedientes, tenemos un sistema de contratación electrónica que empieza a dar sus primeros resultados (aún con muchos fallos) después de ¿9 años? tratando de que funcione. No existe archivo electrónico (ni se le espera). Después del inicio de una trámite en la Sede Electrónica todo lo demás sigue en papel, y no sigo contando más porque me pongo malo…

Una visión estratégica del Gobierno Abierto

¿Gobierno Abierto? No, tampoco tenemos de eso. Una e-Administración de segunda categoría, una Unidad de Transparencia sin recursos, una Unidad de Participación Ciudadana muy voluntariosa pero con un alcance limitado y una gestión de la comunicación (interna y externa) que brilla por su ausencia. Y digamos que todos estos conceptos que engloban el Gobierno Abierto están en manos de seis Departamentos distintos, de tres Direcciones Generales que pertenecen a tres Consejerías de tres partidos distintos. Y todo sin coordinación ni liderazgo. Lo que viene siendo un Gobierno Abierto despedazado o la misma casquería del Gobierno Abierto.

Una apuesta por el personal TIC

Para gestionar la cantidad de proyectos tecnológicos que tenemos en marcha (y los que deberíamos tener) se necesita personal, principalmente de los cuerpos medio y superior (A2 y A1).  La división del Servicio hizo que se repartieran «las fuerzas» e igual no de la forma más justa. A finales de 2018 se ha creado una nueva plaza de A1, pero llevamos más de 10 años sin la creación de nuevas plazas.

Un poquito de caso a la protección de datos y a la seguridad informática

¿Saben aquello de que en mayo de 2018 entraba el RGPD y en diciembre la nueva LOPD (más conocida como LOPDGDD)? Pues nosotros también, pero ¿que ocurre cuando no hay nadie responsable del tema? O por lo menos nadie se decide, a nadie parece importarle. ¿Y lo de tener un Delgado de Protección de Datos? Tampoco. Pa’ qué. Ni contratos de encargo de tratamiento, ni evaluaciones de impacto, ni cláusulas de información, ni registros de tratamientos… y no será porque no se haya insistido desde distintos departamentos. La LOPD no mola, como ya dije en otro post. Y por supuesto, muy relacionado con lo anterior, el Esquema Nacional de Seguridad nos vino a visitar en 2014 pero por ahí se quedó. Ni más recursos para las adaptaciones, ni la más mínima preocupación. Una Política de Seguridad aprobada en 2017 que es solo algo publicado en un Boletín Oficial, porque ahí se ha quedado, y el Comité de Seguridad sin constituir (¿y el anillo pa’ cuándo?). Nada, que no interesa.

Un poquito de Organización

Curioso que allá por 2005 todo parecía estar más «organizado«.  Había cierta preocupación por la simplificación de procedimientos, por la estandarización de documentos. De aquello, nada queda. Los procedimientos siguen siendo los mismos de hace 20 años. No se simplifica, no se estandariza, se siguen repitiendo errores comunes por toda la organización, se cogen vicios y malos hábitos, las cosas se hacen como siempre se han hecho. Y a todo el mundo parece darle igual…

Un «muchito» de Comunicación

Ya conté una vez lo que era trabajar en un sitio donde no había comunicación. Nada ha cambiado o hasta podría decir que la cosa ha ido a peor. No existe un Departamento de Comunicación (excepto en el área de Cultura, una rara avis) con personal «de la casa», que pueda mantener una mínima estrategia de comunicación a lo largo del tiempo, independientemente de los vaivenes políticos. A lo que llegamos a es a tener una Dirección General de Comunicación sin personal a su cargo, un puesto a medida más centrado en la comunicación política (y viejuna) que en lo que debería ser la Comunicación en un Administración Pública de tamaño medio en 2019. Igual sería conveniente que conocieran cómo lo hacen otras administraciones.

Se que pido mucho y que no he sido bueno del todo, pero algunos aún seguimos creyendo en la magia…

El trabajo en remoto funciona, también en la administración pública

Cuando oímos hablar de trabajo en remoto siempre pensamos en equipos localizados en distintas partes del mundo, Madrid, Londres, Miami, Berlin,… una base más o menos estable en un lugar, y trabajadores, en plantilla o freelance, repartidos por cualquier parte del globo. No vengo a descubrir la pólvora diciendo que eso funciona, lógicamente haciendo uso de la tecnología adecuada.

¿Es esto extrapolable a la administración pública? Aquí les cuento mi experiencia.

En octubre de 2017 tuve la oportunidad de ocupar un puesto en el Gobierno de Canarias, mediante una comisión de servicios (una figura que permite, temporalmente, ocupar otros puestos en la misma administración o en otra). Dejaba el Cabildo de Gran Canaria por un puesto en el que ejercía las funciones de la Jefatura de Servicio de Modernización dentro de la Dirección General de Relaciones con la Administración de Justicia (DGRAJ) del Gobierno de Canarias. Otra administración, otros compañeros, otra aventura (si quieres saber más sobre ella puedes leer la entrada que hice en este blog sobre Analítica Pública que lleva Sergio Jiménez).

Cuando se iniciaron los contactos para «reclutarme» se me informó de las condiciones, el Servicio de Modernización de Justicia del Gobierno de Canarias lo componían dos personas de plantilla (sí, han leído bien, dos), un Jefe de Servicio y un Gestor de Proyectos. Punto. Además, existía (y existe) un proyecto de ejecución temporal que supone disponer de personal adicional, conformado en base a una Oficina de Apoyo a la Estrategia de Modernización de Justicia, que en la práctica eran diez personas de perfil técnico superior, de las que solo se cubrieron siete plazas, y de las que solo tres estaban adscritas al Servicio de Modernización de Justicia. En definitiva, tenemos a dos personas de plantilla y tres personas más de apoyo técnico. Cinco puestos, todos ellos ubicados físicamente en la isla de Tenerife (el Gobierno de Canarias suele repartir sus áreas entre las islas de Tenerife y Gran Canaria, no se sabe muy bien con qué criterio, o al menos yo no lo conozco).

Pues bien, a mi me ofrecen hacerme cargo de la Jefatura del Servicio, que había quedado vacante meses atrás, y por tanto, mis otros cuatro compañeros estaban en Tenerife. Y yo, vivo en Gran Canaria y no tenía intención de trasladar mi residencia y trastocar con ello mi vida personal y la de mi familia. Así que mi primera «condición» fue poder desarrollar mi trabajo en dependencias de la DGRAJ en Gran Canaria (que haberlas, las había). En mi opinión, creía que se podría hacer sin mayor problema, aunque es cierto que no es algo habitual en el Gobierno de Canarias. Se me permitió «esta licencia» con un «bueno, vale, pero seguro que tendrás que ir, al menos, una o dos veces a la semana a Tenerife para coordinarte con el equipo ya que hasta ahora siempre habían estado juntos«. Muy bien, y yo pensando «esta es la típica cosa del empleo público de ‘siempre se ha hecho así’«.

Tomo posesión y empieza mi trabajo efectivo. Los primeros días fueron un poco caóticos. Búsqueda de sitio, mesa, silla, ordenador, altas en sistemas, cuentas de correo, etc. Algo que deber  estar bastante automatizado realmente me llevó varios días hasta que pude sentarme en una mesa y decir «ahora empieza lo bueno«. Mientras tanto, contacto telefónico con mis compañeros, y a la semana, una primera visita a las oficinas de Modernización de la DGRAJ en Tenerife. Una oficina pequeña pero coqueta, ubicada en un edificio judicial del municipio de La Laguna. En esa primera visita nos contamos lo básico, yo estaba aterrizando en un mundo totalmente nuevo para mi y la cantidad de información que tenía que asimilar era mucha y mis capacidades limitadas.

Después de esa primera visita a Tenerife, el trabajo debía continuar y tenía claro que la comunicación con mi equipo y la coordinación se podía hacer «en remoto». 

Comunicación por voz

Lo se, algo muy obvio y problema más que resuelto. Teléfonos fijos en todos los puestos, posibilidad de hacer multiconferencias de voz y manos libres. Ademas, por mi puesto, tenía la posibilidad de tener teléfono de empresa, así que yo estaba doblemente localizable, en mi móvil personal y ahora también en mi número corporativo, eso sí, en un móvil personal (de gama media/alta) con doble SIM porque el terminal que me ofrecía el Gobierno de Canarias, era, por decirlo suavemente, un cacharro que le daría como primer teléfono a una hija pre-adolescente (¡ains!, no me lo recuerdes, la que me espera).

Comunicación por vídeo

 Sí, la voz está muy bien, pero siempre es bueno ver la cara de tu interlocutor, sobre todo cuando las reuniones eran de más de 15 minutos (la gran mayoría). Aquí ya empecé a abrir un melón importante. El Gobierno de Canarias tiene una excelente red de equipos de videoconferencia, equipos IP alojados en salas de reuniones que pueden ser reservados en fecha y hora concretas. Yo tenía una sala de videoconferencia junto a mi despacho y mis compañeros en Tenerife disponían de una sala exclusiva para ellos en una sala anexa a su propia oficina. ¡Estupendo! otro problema resuelto. Nos podíamos ver y hablar cuando quisiéramos. Pero aquí empiezo a plantear otra posibilidad. Quiero tener las videoconferencias desde mi ordenador. Aquí pinché un poco en hueso, al menos, al principio. La política de seguridad del Gobierno de Canarias no contempla el uso de aplicaciones informáticas de videoconferencias como Skype (personal). Pero yo insistí, y conseguí que, tanto yo como alguno de mis compañeros, pudiéramos hacer uso del Skype, en su versión personal, dado que ya disponíamos de cuentas que usábamos en otros ámbitos. Pues vale, otro punto para Modernización. 

Pero, oh, sorpresa, aunque no fuese la suite «oficial» de ofimática, el Gobierno de Canarias también disponía de licencias de Microsoft Office 365, y de hecho, todos mis compañeros ya hacían uso de ella. Así que, yo también me apunté. Ademas, era una licencia avanzada, llamada E3, que permitía tener el Office instalado en varios dispositivos, usando una misma cuenta. Además de las aplicaciones básicas archiconocidas (Word, Excel, PowerPoint, Outlook) también teníamos acceso a Skype Empresarial (¡bendito seas!) y a Teams (el Slack de Microsofot). Así pues, otra herramienta de vídeo que sumar y que seria una de las principales, el Skype Empresarial, que además permitía conectarnos más fácilmente con proveedores que ya usaban esta tecnología. Pero ahí no queda la cosa, un par de meses después de mi incorporación, me entero de que el Gobierno de Canarias también tiene licencias de Webex, así que, yo por pedir que no quede, me pido una que me permita crear salas de videoconferencia, y fíjate tú, me dan una de las pocas licencias que había en todo el Gobierno de Canarias para este cometido. Por tanto, tenía en mi mano poder crear salas de videoconferencia, crear y programar reuniones virtuales, y todo ello desde mi ordenador. Pues muy bien, que no sea por no tener herramientas de videoconferencia. Nos vamos a ver, y mucho.

Comunicación informal

Aquí empezamos y acabamos usando WhatsApp. lo se, poco original, pero más que suficiente para nuestras necesidades. Hicimos un intento de usar Microsoft Teams, y. aunque me sorprendió muy gratamente esta herramienta (muy parecida a Slack, que también había usando antes), su funcionamiento no siempre era el esperado, las notificaciones no siempre llegaban y al final acabábamos comunicándonos por WhatsApp.

Comunicación formal

El correo electrónico. ¡Maldito correo electrónico!. Muy a mi pesar, me encuentro con que, realmente la única herramienta con la que contaba el equipo era el correo electrónico. Todo pasaba por él, y cuando digo todo, es todo. Una locura y un caos. ¿Se imaginan gestionar proyectos solo usando el correo electrónico? Pues es lo que había, o lo tomas o lo dejas. Conocer el estado de los proyectos o las tareas pendientes era revisar hilos inmensos de correos electrónicos (algunos anidaban mensajes de varios años). Coordinarse era formar parte de correos electrónicos con diez o más destinatarios, y en muchos ellos donde todos acababan interviniendo. Aquí, poco pude hacer, el correo electrónico formaba parte del pack y tuve que resignarme a usarlo más de lo que me hubiese gustado.

Repositorio de documentación

 Si todos estábamos conectados, necesitábamos un repositorio de documentación común. Me encuentro con cientos de carpetas desperdigadas en decenas de servidores internos. Muchas de ellas obsoletas, o sin usar desde hacía meses o años, pero nadie se decidía a hacer limpieza. Aprovechando el Office 365 (¡gracias Bill!) usamos OneDrive (1 Tb por usuario). Documentación compartida por todos los compañeros y acceso desde cualquier dispositivo. Nada que objetar, señoría.

Herramienta de gestión de proyectos

Para cerrar el círculo, teníamos que poner un poco de orden entre tanto correo electrónico. Aunque he usado, en distintos grados, herramientas como Basecamp, Redbooth, Trello o Asana, aquí tengo que volver a pasar por el aro de las «herramientas corporativas» y empezamos a usar Redmine. Bueno, su interfaz no es espectacular, era algo obsoleta y no tenia app móvil, pero nos servía para mantener un mínimo orden en los proyectos que teníamos entre manos. Cuando empiezas a «pintar» todas las tareas, te das cuentas de la envergadura de lo que teníamos entre manos, y daba miedo.

Si a esto añadimos que también tenia a mi disposición una Microsoft Surface Pro, hablamos de que tenía la posibilidad de mantenerme conectado y con acceso a cualquier tipo de comunicación en cualquier momento. Eso sí, no se incluían datos móviles, esos me los pagaba yo (y me daba igual porque tenía de sobra). Conseguir datos móviles en el Gobierno de Canarias solo estaba al alcance de unos pocos y yo, esta vez, no era uno de ellos (pero tampoco me podía quejar).

En definitiva, mientras estuve trabajando en Justicia demostramos que, con los recursos adecuados, un equipo de trabajo puede funcionar perfectamente en remoto (yo en Gran Canaria y mis compañeros en Tenerife). Probablemente esto que he contado es algo muy obvio para cualquiera que trabaje en el «mundo real» (ese que queda fuera de la administración) pero en el Gobierno de Canarias no era algo tan común.

La aventura en Justicia apenas llegó a los diez meses, abortada (con mucha pena) por cuestiones personales que no vienen al caso. En ese tiempo tuve que viajar a Tenerife unas cinco veces, desde luego, nada parecido a lo que me advertían al principio (una o dos veces por semana). Eso sí, la comunicación con mi «equipo remoto» era constante, nos veíamos y hablábamos todos los días. Los proyectos salían adelante y estábamos coordinados. El correo electrónico y las herramientas de gestión de proyectos y de comunicación informal cumplían su cometido. Me sentía dentro de un gran equipo, y estar en islas distintas nunca fue un problema.

Ya tengo claro que, cuando se quiere, se puede. Y nosotros pudimos. Espero y confío que esto sea la norma general y no la excepción, que en esto, como en otros muchos aspectos, la administración pública siempre llega tarde. 

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